El humor como valor
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Emociones de colores |
Hay quien podría pensar que
podemos hablar de humor en la escuela desde una visión de que recoge imágenes y
sensaciones de la escuela como algo aburrido. Muchas más veces en nuestra
experiencia de pasado, cuando fuimos alumnos, recordamos interminables horas
dentro de las aulas, incluso en el patio, como tiempos de aburrimiento. Parte de
nuestra memoria de esta importante parte de nuestra vida está llena de
reminiscencias de color y energía gris. Y no sé si estas sensaciones las
proyectamos sobre nuestros hijos e hijas, o si es el caso sobre los alumnos y
alumnas con los que compartimos la experiencia cotidiana del aula, pero lo cierto
es que hoy día vemos muchas veces a los chavales como aburridos. A medida que
van creciendo y pasando cursos esto se hace más evidente, y seguramente debe
depender menos de nuestra reminiscencia y más del hecho de que muchas de las
cosas que se viven en el aula, materias, métodos, espacios y relaciones tampoco
son en muchos casos del suficiente interés para esta generación que ahora ocupa
el lugar que nosotros ocupamos.
Para algunos el párrafo anterior
sería bastante justificación para pensar que en una la escuela hace falta el
humor como válvula de escape, o más acertadamente como fuerza equilibradora.
Entendámoslo como en cocina, esos toques de especias, o toques mágicos (que las
nuevas generaciones vamos perdiendo en este caso), que convierten un plato que
podía ser aburrido en algo sabroso. Pero qué pasa cuando lo que comemos es
sabroso en sí. Qué pasa si soñamos que un día toda lo que ocurre en la escuela
pueda resultar interesante al chaval. Es más, hasta nos atreveríamos a pensar
por un momento que lo que pasa en la escuela, materias, métodos, espacios y
relaciones, en general son interesantes para un chaval, y que tal vez lo que
falla es algún pequeño detalle, que se nos escapa, o que por el momento
dejaremos de nuevo se esconda porque no es el objeto de este artículo.
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Valores en educación |
Entonces en una escuela que es
interesante el humor ya no tiene sentido... Tal vez haya de ser así, para los
que solo entienden el humor como el divertimiento, para los que hacen
separaciones entre lo serio y divertido, entre el mundo de lo serio y lo
importante y el submundo de lo divertido, del pasatiempo, del entretenimiento,
del ocio, etcétera. O, en definitiva, los que hacen separaciones entre el mundo
adulto e infantil. Decía Pepe Viyuela: “Los niños suelen reír mucho y no les
confiamos tareas ‘serias’ hasta que no han empezado a crecer y ya los hemos
mutilado lo suficiente de su capacidad para ser frescos y espontáneos, como
para poder confiarles esas ‘responsabilidades’ de adultos. Es entonces cuando
creemos que podemos confiar en ellos, cuando la domesticación social los ha
llevado a parecerse al resto de la sociedad adulta”. Tal vez olvidamos que no hay mundo adulto sin mundo infantil, que
construimos el mundo adulto, el propio, cuando somos niños y niñas, que
construimos mundo adulto, el social y general, cuando nos relacionamos, de una
manera o de otra, con los niños y niñas de hoy. Tal vez olvidamos que en mucho
de lo que este proceso mutila, podrían estar las claves de una nueva persona,
de esa que ansiamos tantos, y que todavía hoy es tan urgente. Pero como dijimos
un poco más arriba, no es de esto de lo que vamos a hablar hoy.
Lo que queremos es encontrar un porqué para
el humor en educación. Recientemente leíamos un artículo
de Wenceslao Miguel Verdugo Rojas cuyo objetivo era el estudio, buscar si existe
relación entre el humor aplicado a
las matemáticas durante la clase, y la actitud hacia las matemáticas, que los
alumnos han desarrollado a lo largo de su carrera como estudiantes. Este
planteamiento, este espacio de investigación, se sitúa a caballo entre lo que
hemos estado comentando hasta ahora, el humor como catalizador de energías
negativas, y un nuevo paso que queremos plantear. Antes de mencionarlo queremos
explicar que en cada nuevo paso que demos con el humor, queda recogidos los
anteriores. Es decir, aunque ahora vamos a ver una nueva función del humor en
educación, la anterior está recogida necesariamente, con todo lo positivo que
ella conlleva, pero intentaremos ir más lejos. Por tanto, retomamos, podemos hablar
de una función pedagógica del humor.
Jesús Damián Fernández nos dice que el humor tiene la
siguiente función pedagógica: “Se agilizan y enriquecen los procesos de
enseñanza y aprendizaje. En los procesos de enseñanza el humor es un componente
que introduce nuevas variables en la elaboración y transmisión de
información. En los procesos de aprendizaje el
sentido del humor ayuda a mejorar la calidad y el rendimiento de las tareas.
(Droin, R., 1993) Genera una actitud positiva ante la ocupación. Ayuda a
desarrollar la memoria y los procesos cognitivos. Favorece la atención. Aumenta
la motivación. Ayuda a mejorar la relación educador–educando”. Poco se
puede añadir... Acaso recogeremos los resultados y las conclusiones del
artículo antes citado: “(...) mediante
el análisis paramétrico de regresión lineal o el coeficiente de correlación
Pearson, dando como resultado r= 0.8603, lo que indica una fuerte correlación
positiva entre las variables, y significa que existe una proporción directa,
entre más uso del humor exista al momento de la clase de matemáticas, mejor va
a ser la actitud hacia las matemáticas. CONCLUSIÓN: Este estudio sugiere la
existencia de una fuerte relación entre el humor aplicado en clase y la actitud
de los alumnos hacia las matemáticas”.
Hemos dado un
paso más y nos hemos encontrado el humor con una función pedagógica, y que nos
parece imprescindible en educación. Sobre esto hay ya importantes libros y
artículos, y por tanto no nos extenderemos, porque nosotros queremos dar un
paso más. Si leemos detenidamente las tres citas que hemos propuesto hasta
ahora en este artículo, encontramos una serie de palabras muy interesantes:
Actitud, motivación, relación, frescos, espontáneos... Por aquí es por donde
queremos caminar finalmente. ¿Cómo es una persona que tiene humor? Sin temor a
caer en la exageración podemos decir que las personas con humor en general son
más alegres, más optimistas, más motivadas, más energéticas, más comunicativas,
más receptivas, más ingeniosas, más creativas, más tolerantes... Y esto es
porque quien vive con el humor integrado dentro de sí, lleva dentro de sí esa
primera función catalizadora que le permite equilibrar sus energías, sus malos
momentos, sus fracasos, sus angustias... Y también lleva integrada la segunda
función, la pedagógica, que le ha abierto receptividad y motivación. Podríamos
extendernos muchísimo sobre todo esto, pero preferimos remitir a trabajos más
extensos, y sobre todo al placer de observar la vida cotidiana, y de practicar
y probar en ella, y en la escuela, los que pueden.
Y si una
persona con humor es un poco más así, como la hemos pintado, qué ocurre con un
grupo que tiene humor, qué ocurre con una sociedad que tiene humor. Esto es lo
que queremos plantear. Queremos entender el humor como valor.
Creemos en él como un valor susceptible de ser potenciado entre las personas,
como una parte del modelo de persona y sociedad que queremos construir. Y así
es que creemos que es educable en nuestras escuelas, donde vamos a proteger,
desarrollar y hacer crecer este valor que ya está en cada niño. Aquí está tal
vez la primera gran verdad educativa que no se puede abandonar en el tema del
humor. No vamos a dar al niño nada que no tenga. Nuestro trabajo como
educadores en este campo, menos que nunca, no puede partir
de concepciones de instrucción. Por supuesto que el humor tiene muchos espacios
y recovecos que ayudar a desarrollar, a construir, a hacer surgir, y que
necesita de nuevos referentes... Pero particularmente en el tema del
humor, quién de nosotros, adultos, casi siempre
adulterados, está en disposición de la práctica, vivencia y teoría suficiente
como para erigirse un satisfactorio modelo educativo. Aunque tal vez, también
en otros muchos temas...
Nosotros creemos firmemente en que el núcleo de la educación
lo constituye la relación que se establece entre dos personas. Creemos que sin
poner en relación a dos personas no hay educación. Esto es una afirmación
cargada de ideología y que amplía y cuestiona muchos de los modelos y prácticas
educativas que se realizan, y que nosotros mismos realizamos muchos días.
Decimos ‘dos
personas’
porque queremos colocar a las dos personas en el mismo rango, pues ambas tienen
algo que aportar a la relación educativa, ambas van a recoger, a crecer en
ella. Por supuesto que aquellos que somos educadores llegamos con muchas cosas,
necesarias y necesitadas, reflexionadas y acertadas, pero olvidar que aquellos
que son los educandos también tienen mucho que aportar es cercenar el hecho
educativo en su misma base. La pedagogía en estos últimos años camina en esta
línea cuando afirma la necesidad de trabajar partiendo de los intereses y
necesidades de los niños, cuando habla de metodologías personalizadas o
participativas, así como de trabajar con la familia y desde contextos comunitarios.
Por tanto, lo que queremos plantear es que en el tema de la pedagogía del humor
con niños y niñas debemos aceptar y reconocer que tal vez nosotros seremos
precisamente mucho más objeto, que no sujeto, de crecimiento que ellos, y que
ellos quizá saben mucho más y que nos lo pueden aportar. En todo caso,
probablemente es más adecuado hablar de que ellos nos van a ayudar a rescatar
algo perdido u olvidado, arrinconado y lleno de polvo, que nos van a servir de
referentes, de compañeros de acción educativa sobre la que podremos
reflexionar, crecer. Podemos hablar de un trabajo de reconstrucción, y por
tanto de reconstrucción en común. No tenemos la verdad sobre el humor, sino que
partimos con los chavales en un viaje a descubrirlo, a crear espacios y actividades,
a vivirlo, y a reflexionar sobre él. Ellos pondrán la materia prima y nosotros
hemos de aportar nuestra experiencia en reflexionar, cuestionar, construir,
desarrollar...
Nos hemos extendido un poco en esto porque urge crear
prácticas y vivencias sobre el humor, y el aula es un lugar privilegiado, donde
pueden ser observadas y comentadas continuamente, para ir creando las
reflexiones necesarias, la base teórica desde la práctica que cualquier
educador necesita. Y es así, como planteábamos más arriba, que desde el mundo
infantil construimos el mundo adulto, la sociedad del mañana, y del hoy.
Trabajamos con valores para hacerlos crecer, no para mutilarlos, para
incorporarlos en nuestra vida con toda sus potencialidades, para estar
presentes, para darnos claves de relación con los demás y de construcción. Ahí
está el humor, en los comienzos y en la base de todas las personas, y queremos
hacerlo crecer como valor para la vida, junto con esos otros valores que
también se mutilan en el proceso de hacerse adulto o adulterarse, como por
ejemplo, la emotividad, la sensibilidad...
Koldobika G. Vío
Pequeña
bibliografía utilizada y también recomendada:
FERNÁNDEZ, Jesús D.: “Hacia una pedagogía
del humor”, Revista Ñaque: teatro,
expresión, educación, n.º 10, Ciudad Real, 1999
GARCíA, Jule y VíO, Koldobika
G.: “El humor en el aula (y fuera de ella)”, ICCE Madrid, 2005
VERDUGO, Wenceslao M.: “Uso del humor vs. actitud”,
VV AA (Idígoras, Ángel,
Ed.): “El valor terapéutico del
humor”, Desclée de Brouwer,
Bilbao, 2002
VV AA: “El
Libro blanco del humor”. (Textos pendientes de edición, recogidos por
Payasos sin Fronteras en 2002)
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