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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Lo que nos cuesta pedir perdón

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Pedir perdón Esta pequeña nota me la entregó mi hija Aiza junto con un pequeño trozo de chocolate. Vale, sí, se me cayó la baba a borbotones... Pero además me dejó pensativo. Nos cuesta pedir perdón . Nos cuesta sentir el dolor de haber dañado a alguien. Sabemos decir perdón, como si fuera una mecánica obligación vinculada a la buena educación. Pero no sabemos pedir perdón mostrando nuestro dolor, intentando compensar el daño causado con o sin intención. Vivimos en una sociedad que no siente, que no dedica tiempo a conectar la información o el pensamiento con la emoción . Y esto nos hace menos humanos, nos robotiza, nos hace no sentir lo que sucede a nuestro alrededor. Nuestra cultura entiende el gesto de pedir perdón como algo poco pragmático puesto que el dolor ya está hecho. Pero eso esconde varias consecuencias negativas. La primera es que solo el castigo compensa el dolor infringido al otro, lo cual el daño en la esfera de lo público, desvinculándolo de las relaciones e

El precio de la honestidad

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Hoy cruzaré una línea que no me gusta atravesar. El precio de la honestidad Esta tarde he disfrutado de la magia de la colaboración entre personas deseosas de aprender. Esto no es nuevo, se trata de un lujo del que disfruto con cierta frecuencia. En ese contexto alguien me ha preguntado directamente por la utilidad de la formación que imparto, por la posibilidad de que fuera más un artificio publicitario a través del cual obtener clientes para los servicios de psicología que presto. Supongo que se refería a la eficacia, más que a la intención. Pero me ha puesto con la pregunta delante de mi honestidad profesional, de si predico con el ejemplo . Vivimos tiempos en los que el dinero puede casi todo. De hecho creo que las personas tenemos un precio. Pero sobre todo este tiempo y la cultura consumista nos lleva hacia la corrupción, que la entiendo como la falta de honestidad. Incluso creo que ser honesto requiere disponer de los recursos materiales y humanos para permitírselo