Gestión de emociones como clave de la colaboración

La mítica isla de Colaborabora
Son muchas las iniciativas que buscan promover la colaboración desde distintos puntos de vista. Las organizaciones sociales, los movimientos que giran en torno al procomún, las propias instituciones manejan el deseo de establecer relaciones de colaboración con otros. En este sentido creo que es de agradecer cualquier esfuerzo que signifique sumar fuerzas para alcanzar objetivos comunes.

El problema es que no parece ser tan sencillo colaborar. Muchas iniciativas solo arrancan y, tras un recorrido, fracasan. De hecho hay pocas experiencias de éxito que se hayan mantenido en el tiempo. Parece que no sabemos colaborar, lo cual está relacionado con el problema de que no tenemos cultura de colaboración.

No quiero extenderme en los distintos modelos que existen de colaboración, ni mucho menos analizar las causas de algunos de los fracasos más visibles en procesos colaborativos. Provengo de una red, la del Consorcio de Inteligencia Emocional, que ha acuñado un concepto en el que sí me voy a detener en parte. Se trata del concepto TEC, tecnologías de la emoción y la colaboración.

Después de toda esta primera contextualización diré que voy a profundizar en un terreno que ya comencé a explorar hace un tiempo y que no es otro que el de las emociones y el procomún, o dicho de otra manera, de cómo la gestión de las emociones es la llave para la colaboración.


Sentando bases: la emociones de partida

El punto de partida es emocional. Colaboramos en contextos de confianza. Esto significa que o se trabaja la confianza a través de las relaciones, del conocimiento mutuo o a través de los espacios o sencillamente no habrá colaboración. Dar el paso de colaborar es libre y por lo tanto debe estar sustentado en una decisión que parte de una petición de ayuda de alguien significativo, o de un contexto generador de mi disposición de colaborar sin muchas más preguntas.

Está bien, tenemos un marco de confianza. Pero con esto solo no vamos muy lejos. Ahora toca gestionar las interacciones, poner en juego la humildad, mostrar vulnerabilidad y ser respetuoso con los demás. Siendo esto complejo además hay que combinarlo con experiencias positivas que generen un patrimonio común de emociones positivas que hagan de lubricante de roces, fallos de comunicación o errores.


Compartiendo horizonte

La base es el inicio, pero ¿hasta donde queremos llegar? En un segundo momento es conveniente compartir objetivos (misión, visión y valores), aunque no imprescindible. Todo depende de lo lejos que queramos llevar la colaboración. El interés común y el interés personal deben navegar en paralelo, debe haber ganancia individual y colectiva. Pero ante cualquier dificultad la prioridad en el flujo debe ser para el interés común.


Un sistema que se autosustenta.


Tenemos un marco base y un horizonte pero además hace falta que la colaboración sea eficaz, es decir que funcione, que genere valor. Este detalle es muy importante puesto que todo el esfuerzo debe tener coherencia con los resultados. Se trata de generar valor para todos los participantes y para el colectivo. Se trata de que todos compartan una sensación de eficacia que sea coherente con datos que avalen la consecución de los objetivos.


Claves para evaluar la colaboración.

Conectar redes. La colaboración debe generar flujo en red. ¿Lo hay, no lo hay? Este es un primer factor de evaluación.

Aumentar valor, producto, oferta. El resultado de la colaboración debe ser visible y medible. ¿Cuanto y a cuantos benefician las acciones emprendidas?

Confianza y colaboración
Empoderar participantes. Los miembros de la red no solo deben participar del flujo colaborativo, sino que esto debe generarles valor. Aquí disponemos de otro elemento de evaluación.

Ofrecer instrumentos a terceros. Si la colaboración tiene por objeto incidir en terceros la cantidad y la calidad del impacto en ellos será otro elemento de evaluación.

Compartir conocimiento. Parte del beneficio de la colaboración es emocional pero otra parte tiene que ser a través del conocimiento que fluye en la red. También es importante valorar, en la medida que forme parte del los objetivos, si este conocimiento se comparte fuera de la propia red.



¿Colaboras o te enriqueces tu solo?

¿Qué dificultades de gestión de las emociones te encuentras a la hora de colaborar con otros?

Comentarios

  1. vamos a hacer de abogado del diablo, a mi que me toca hablar continuamente del valor del trabajo en equipo...y en realidad, muchas veces pienso lo contrario...no discuto los valores pedagógicos, de integración, relacionales que tiene, sin embargo, en lo referente a la cantidad...y muchas veces, a la calidad del trabajo...el tener que hacer todo.."entre todos" es la forma perfecta de que no salga nada...

    hay que investigar y avanzar en el trabajo en equipo, proponiendo nuevas estrategias, para que aprovechando sus evidentes beneficios sea también lo más éficaz a todos los niveles...sólo así podremos convencer a los descreidos como yo...

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    Respuestas
    1. Pese a lo que he escrito podria documentar mucho mejor las experiencias de fracaso en la colaboración que las de éxito. Creo que ya es hora de dejar de hablar, de vender colaboración y ponerse a ello. No se trata de colaborar para todo, claro. Pero qué menos que vayamos acumulando espacios y experiencias de colaboración efectiva y eficaz de las que sirvan de orientación, no?

      No soy un descreido pero si muy critico. Además la colaboración no la percibo como la manera ideal de hacer las cosas, pero si un modo muy adecuado de hacerlas algunas veces. De los descreidos inquietos como tu me lo compro todo!!!!!

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  2. Goio, me has animado a escribir. A veces, ser un descreído te impide expresar tu opinión. La política y las grandes organizaciones son un buen ejemplo de colaboración a todos los niveles. No seré yo quien valore la construcción o los desperfectos :))

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  3. Son un buen y un mal ejemplo de colaboración...

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