El respeto y las heridas emocionales

Soy plenamente consciente de que vivimos en una sociedad que no se autoregula adecuadamente. Convivir es mezclar relaciones entre personas con diversos intereses que, en muchas ocasiones, no se conocen entre si. En ese contexto hay personas que actúan principalmente guiados por sus necesidades, entendidas como las exigencias de una individualidad egocéntrica. Estas personas generan con su comportamiento un ejemplo que crea una cultura en la que la ética no interesa, ni está de moda. Creo que las personas honestas son mayoría pero me alarma ver cada vez más ejemplos a nivel de calle, contagiados por un invisible virus que les legitima por el hecho de cada vez o bien sean más, o sean más visibles.

Miradas de respeto
El ego y el interés propio, se enfrentan permanentemente con el respeto por los demás y con el interés común. Es verdad que el equilibrio es complicado de conseguir pero creo que muchas veces no lo intentamos seriamente. El sistema de convivencia es imperfecto, muy mejorable. Por ejemplo es evidente que la justicia no es la misma para todos, o que la diversidad genera diferencias que son complejas de gestionar. Pero esto hace que cuando uno se ve beneficiado de alguna de sus disfunciones se apresure a rebañar todo lo que pueda como si de una buena mano de buena suerte fuera. ¿Qué pasa con la ética? Nos hemos limitado a lo que se puede hacer, lo que se puede conseguir, sin entrar en muchas más valoraciones.

En el trasfondo subyace el problema del respeto. Si no concedemos un valor a los demás, a sus ideas, a sus experiencias, a sus potencialidades, es fácil pasar por encima de ellos, no tenerles en consideración, anteponernos a ellos y tal vez negarles derechos o cosas peores... El respeto es una mirada de admiración hacia el otro. Uno se gana el respeto y con él la admiración, la fidelidad o la adhesión. Pero hay un respeto que no se ha de ganar, que es intrínseco a la condición humana y/o a la de ser vivo. Esta última es la que frecuentemente olvidamos.

Si lo aplicamos al campo emocional veremos que nada de esto sale gratis. Cuando queriéndolo o sin querer faltamos al respeto, estamos generando heridas emocionales. Y esto deja una huella tanto en la víctima como en el verdugo. No basta con pensar que no voy a sufrir consecuencias legales o económicas. Las emociones responden a la ética de lo primario. En ese sentido os recomiendo el cuento de los clavos.

Pondré un ejemplo personal. Las redes sociales, fuentes de información inagotable, generan descontroles con gran capacidad de injusticia y/o de dolor. Hace poco una persona de mi confianza compartía un enlace con un artículo que afirmaba que el TDAH no existe. Algo así como que hay una conspiración para que los padres irresponsables mediquen a sus hijos con el objeto de que sean menos molestos. Yo tengo un hijo diagnosticado con ese trastorno desde que tenía 4 años. Conozco a más personas en la misma situación. Cada día es una lucha para que los que nos rodean entiendan que le pasa a mi hijo, para que aprenda a vivir con algunas características de su cerebro, para que siga aprendiendo y disfrutando de la vida. Yo se cuanto trabajo nos cuesta a su madre, a su hermana y a mi. Muchas veces el desconocimiento genera heridas.

¿De qué sirve adherirse a una causa solo porque suena convincente? Así nos va... Cuanto mejor sería pensar, informarse primero y luego actuar o hablar. Nos han inoculado no solo un virus de una ética de la oportunidad en la que según me vaya la historia está bien o está mal, sino que si consiguen que actuemos sin pensar demasiado y nos ofrecen información incompleta no se yo cómo podremos construir relaciones de persona a persona.

¿Cuanta parte del dolor que habéis sentido últimamente tiene que ver con faltas de respeto de otros?

¿Sois conocedores de heridas que hayáis infligido en otros por no respetarlos?

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