Crónica emocional 1

13 Septiembre.

Tarta de cumpleaños
El día ha comenzado con la alegría compartida por el cumpleaños de mi pareja, con la ilusión de hacer de éste un día especial para ella.

Me he disfrazado de elegante para ir a un acto social a primera hora de la mañana. Esos eventos suelen estimularme emocionalmente. Me ha gustado encontrarme con gente con la que no coincido habitualmente, viajar a través de las palabras de un ponente con un ejercicio de empatía con el que he podido visitar los paisajes dibujados por otras maneras de entender y de sentir. Ha habido espacio para enfadarme e indignarme cuando alguien preguntaba porque las personas que tienen más recursos tienen que poner más de lo suyo para contribuir a sustentar lo común. 

Una visita inesperada me ha sorprendido gratamente. Me ha permitido disfrutar de una conversación sobre ciertas cosas de nuestras vidas que son importantes y que solo compartes con quien aprecias. Al hacerlo me he quedado satisfecho. Antes de acabar la mañana otra sorpresa envuelta en visita. C. ha llegado a mi oficina como siempre, al estilo de las estrellas fugaces, sin avisar. La muerte le había visitado hacía pocos días y se había llevado a su hijo de 7 años. Hemos llorado y después de hacerlo he intentado reconfortarlo explicándole que él le había proporcionado a su hijo la felicidad que de niño C. no tuvo. Ha sido un encuentro largo e intenso. Se ha marchado con mi abrazo en su corazón, 20 euros más en el bolsillo a seguir viviendo, a seguir buscándose la vida pidiendo o vendiendo calcetines por la voluntad en un mundo falto de ella.

La emoción nos iguala y compartirlas nos une. Los prejuicios se diluyen mientras los lazos humanos se anudan.

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